Archivo Español de Arqueología, 2021, 94, e24
ISSN: 0066-6742, eISSN: 1988-3110, ISSN-L: 0066-6742

RECENSION

José Antonio Garriguet

Universidad de Córdoba

José Beltrán Fortes, María Luisa Loza Azuaga, Provincia de Cádiz (Hispania Ulterior Baetica). Corpus Signorum Imperii Romani. España, Volumen I, Fascículo 8, Editorial Universidad de Cádiz, Institut Catalá d’Arqueologia Classica, 2020, 405 pp., 141 láminas en blanco y negro, ISBN: 978-84-9828-801-8 (Universidad de Cádiz), 978-84-949747-3-1 (Institut Catalá d’Arqueologia Classica).

Hace justo veinte años veían la luz casi al unísono los dos primeros volúmenes del Corpus Signorum Imperii Romani-España, colección surgida y desarrollada al amparo de las Reuniones de Escultura Romana en Hispania que se vienen celebrando en nuestro país, con cierta regularidad, desde 1992 hasta nuestros días. Junto a las correspondientes actas derivadas de tales encuentros científicos, en sus dos décadas de existencia la serie española del CSIR ha contribuido de forma sustancial, a través de sus diferentes monografías (véanse, por ejemplo, las recensiones realizadas por David Ojeda a tres de ellas en AEspA 87, 2014; 90, 2017; y 91, 2018), al notable avance experimentado en el estudio, conocimiento y difusión internacional de la plástica hispanorromana. El libro que presento aquí, dedicado a la ornamentación escultórica en piedra procedente de la actual provincia de Cádiz -cuyo territorio formó parte antaño del conventus Gaditanus, uno de los cuatro en los que Roma dividió la Hispania Ulterior Baetica-, constituye su hito más reciente. Editado por la Universidad de Cádiz y el Institut Catalá d’Arqueologia Classica, son sus autores José Beltrán Fortes y M.ª Luisa Loza Azuaga, dos reputados especialistas andaluces en escultura antigua, con una dilatada y fecunda trayectoria investigadora a sus espaldas (el primero es además coautor de dos números anteriores del CSIR-España), vinculados desde el punto de vista profesional a la Universidad de Sevilla y a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, respectivamente.

Como los propios Beltrán y Loza reconocen ya en el prólogo a su obra (p. 11), esta es en buena medida deudora de la que ambos, en colaboración con el arqueólogo Salvador Montañés Caballero, publicaron en 2018 sobre las esculturas de la colonia Asido (Medina Sidonia); hecho de todo punto comprensible si se tiene en cuenta la importante y nutrida representación que, como veremos, poseen las piezas asidonenses dentro del repertorio de la plástica romana de la provincia de Cádiz.

De acuerdo con la finalidad y estructura que caracterizan a los volúmenes del CSIR, el eje central del libro de Beltrán y Loza es, lógicamente, el Catálogo de elementos escultóricos (pp. 131-311) -conformado por 249 obras de procedencia gaditana segura, elaboradas en bulto redondo y relieve, y tanto en materiales pétreos locales como en distintas variedades de mármoles-, que en esta ocasión se halla precedido por un amplio capítulo de contextualización geográfica e histórica y de análisis arqueológico de todo el conjunto, titulado simplemente “Estudio” (pp. 13-129); y continuado por dos breves apéndices al citado Catálogo, dedicado el primero (pp. 315-316) a aquellas piezas sin procedencia conocida o de procedencia dudosa de la provincia de Cádiz (4) y el segundo (pp. 316-322) a esculturas cuya antigüedad genera dudas (5). Cierran la monografía una extensa y completa relación de fuentes antiguas y trabajos científicos consultados (pp. 323-374), así como varios índices temáticos (pp. 375-400, siendo especialmente útiles los de correspondencia de piezas), los créditos de las ilustraciones (pp. 401-403) y las obligadas láminas (141 en total, reproducidas en blanco y negro).

El mencionado bloque de Estudio se inicia con la exposición de los criterios establecidos para la elaboración del Catálogo (p. 15), organizado este en función de los actuales términos municipales de la provincia gaditana donde se han localizado esculturas romanas. A continuación, los autores se detienen en las peculiaridades geográficas y topográficas de aquella, haciendo hincapié en los importantes cambios geomorfológicos acaecidos en zonas de la costa, en especial en la bahía de Cádiz, durante los últimos milenios (pp. 15-21). Seguidamente, Beltrán y Loza tratan la organización político-administrativa del territorio objeto de estudio en la etapa romana, así como su vertebración a partir de varias rutas terrestres, entre las cuales la principal fue sin duda el tramo terminal de la via Augusta (pp. 21-28). Destaca en este apartado la síntesis dedicada a la historia de Cádiz capital (Gadir-Gades), urbe cuya fama y notoriedad en la Antigüedad debieron mucho a la acción de los Balbo en épocas cesariana y augustea. También se pasa revista brevemente aquí a la situación jurídica de otras ciudades: Carissa Aurelia (Carija, Bornos-Espera), Asido, Hasta Regia (Mesas de Asta, Jerez de la Frontera), Carteia (El Rocadillo, San Roque) y Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa).

Continúa este bloque con el tratamiento en detalle de cuestiones de corte historiográfico (pp. 28-56), de las que uno de los autores -el profesor José Beltrán- es perfecto conocedor, como avalan sus múltiples trabajos de investigación al respecto: la revisión de las circunstancias de los hallazgos, la formación de colecciones privadas de esculturas antiguas en la Edad Moderna y la aparición de los primeros museos públicos a finales del siglo XIX; todo ello aplicado en este caso, claro está, a las obras escultóricas de procedencia gaditana, la mayoría de las cuales se conserva actualmente en los Museos de Cádiz y Jerez de la Frontera. En relación con este asunto, y desde una perspectiva patrimonial, constituye un motivo de reflexión la curiosa -y en mi opinión contraproducente- dispersión que padecen las esculturas de Asido, repartidas y expuestas hoy en día hasta en cuatro sedes distintas: Museo Arqueológico Nacional de Madrid, Museo y Ayuntamiento de Medina Sidonia y Museo de Cádiz.

Por otro lado, una parte significativa del material escultórico examinado ha podido recuperarse, afortunadamente, en el transcurso de intervenciones arqueológicas, algunas bastante recientes, lo que permite al menos dotarlo de contexto. Así sucede, por ejemplo, con algunas piezas de Cádiz y, sobre todo, con las procedentes de Asido, Carteia y Baelo Claudia.

Como complemento al repaso historiográfico anterior, se desarrolla después una breve “historia de la investigación” acerca del estudio de la escultura romana en la provincia de Cádiz (pp. 56-60), poniéndose de manifiesto de inmediato un hecho relevante, que justifica plenamente la elaboración de esta monografía: hasta la fecha, la decoración escultórica de dicho territorio no había sido presentada y analizada de forma conjunta (p. 56). Ello obligaba a los especialistas e interesados en este material a revisar, por lo general, un buen número de títulos bibliográficos dispersos, a menudo publicados en revistas y libros de alcance muy local, o bien de cierta antigüedad y difícil localización. Este asunto ha quedado resuelto, por tanto, con la edición de la obra de Beltrán y Loza.

De particular interés considero, a su vez, el apartado que los autores dedican a la “Distribución de las piezas y contextos arqueológicos” (pp. 60-90). En efecto, el reparto geográfico, por yacimientos, de las esculturas gaditanas arroja datos interesantes, pues de los 249 elementos recogidos en el Catálogo nada menos que 195 (¡el 78,3 %!) proceden de únicamente siete antiguas ciudades romanas: Carissa Aurelia (20), Gades (11), Cappa (Esperilla, Espera) (13), Hasta Regia (7), Asido (52), Carteia (20) y Baelo Claudia (72); resultando además sumamente llamativa la considerable concentración de piezas -hasta 124, es decir, casi la mitad de las analizadas- en solo dos de estas poblaciones: Asido y Baelo Claudia. Al margen del azar de los descubrimientos o del muy diferente grado de intensidad con el que han sido investigados arqueológicamente unos yacimientos y otros, tan desequilibrada distribución geográfica no viene sino a confirmar (en esta ocasión, a través de los ejemplos gaditanos) el carácter eminentemente urbano que tuvo el fenómeno de la escultura romana, cuyo surgimiento y posterior desarrollo cabe vincular estrechamente a los procesos de monumentalización urbanística y arquitectónica llevados a cabo, sobre todo, por aquellas comunidades que disfrutaron de estatuto jurídico privilegiado (colonias y municipios). Por otro lado, en el caso particular de las esculturas de Asido, el conocimiento más o menos preciso de sus lugares de hallazgo ha contribuido, además, a plantear la ubicación del foro de la colonia dentro de su trama urbana, así como la posible existencia de un teatro (p. 74).

Lógicamente, en el bloque de Estudio no podía faltar un apartado sobre los géneros escultóricos presentes en la escultura de la provincia de Cádiz, que demuestra en este sentido su heterogeneidad (pp. 90-114). Entre ellos merecen destacarse en primer término, por su cuantía y relevancia, los retratos, en especial las representaciones masculinas de particulares (fechadas en su mayoría entre la segunda mitad del siglo I a. C. y las primeras décadas del siglo I d. C., con ejemplos de muy notable calidad), mientras que las efigies imperiales, principalmente femeninas, forman un grupo más bien reducido (8 piezas), concentrándose en Asido y en el periodo julio-claudio; también sobresalen los togados y estatuas femeninas vestidas, como los de la colonia asidonense y el municipio de Baelo Claudia; los bustos antropomorfos, peculiar conjunto de figuras de funcionalidad funeraria ceñido exclusivamente, al parecer, a la necrópolis suroriental de esta última ciudad; y las esculturas zoomorfas, entre las que predominan los leones de carácter sepulcral -que decoraron monumentos funerarios de ciudades como Carissa Aurelia o Cappa-, cuya abundancia en tierras gaditanas confiere a estas cierta singularidad en lo que atañe a la plástica hispanorromana.

Finalmente, los autores abordan el análisis de aspectos tan fundamentales en todo trabajo sobre ornamentación escultórica antigua como los materiales, los talleres, el estilo y la datación de las piezas (pp. 114-129). La larga experiencia que ambos acumulan en el estudio de los tipos de mármoles empleados en las esculturas hispanas, particularmente béticas, queda aquí patente, pues en mármol se trabajó la inmensa mayoría de las estudiadas; sin que pueda pasarse por alto que entre ellas existe también una cantidad no desdeñable de piezas (las más antiguas) realizadas en piedras no marmóreas. Desde un punto de vista estilístico e iconográfico llama la atención el grupo de retratos privados, de aspecto maduro y elaborados por escultores locales, que muestran a las claras la influencia ejercida en este territorio por el retrato de Julio César del tipo Tusculum (p. 120).

En cuanto al reparto cronológico de la escultura gaditana, cuestión que cierra esta primera parte de la obra, cabe observar un acusado -aunque no por ello inesperado- desequilibrio a favor de la etapa altoimperial (siglos I-II d. C.), y, más concretamente, de las épocas augustea y julio-claudia, cuando se fecha un porcentaje muy elevado de las piezas. El número de las que pueden datarse en el periodo tardorrepublicano (siglos II-I a. C.) es, no obstante, significativo, sobre todo si se compara con las muy exiguas cifras que arroja la producción escultórica en piedra datada con seguridad entre los siglos III y VI d. C. (solo 7 piezas). A pesar de la tabla reproducida en la página 128, que resume de forma práctica dicho reparto, se percibe premura, por no decir cierta laxitud, en el tratamiento de este importante tema, que merecía a mi juicio una valoración algo más detenida. Así, habría sido deseable al menos una alusión por parte de los autores a los motivos que podrían explicar tan desigual distribución cronológica. Igualmente, habría resultado interesante que Beltrán y Loza hubiesen cotejado la datación del repertorio escultórico analizado, especialmente el de ámbito urbano, con la que presentan los testimonios epigráficos que atestiguan la existencia de esculturas procedentes de las principales ciudades gaditanas. Ese cruce de datos podría haber ayudado, tal vez, a esclarecer o comprender mejor la situación antes descrita. Sea como fuere, estoy convencido de que la clave de este asunto radica en los materiales utilizados durante los primeros siglos de nuestra Era para la elaboración de esculturas.

Por lo que se refiere al núcleo central del libro, el Catálogo, las 249 piezas que lo integran -al igual que las otras 9 que se recogen en los dos apéndices posteriores- han sido analizadas según el modelo de ficha establecido desde un primer momento para todos los volúmenes del CSIR-España. Como se indicó más arriba, se presentan siguiendo un criterio estrictamente geográfico, esto es, en función de los actuales municipios gaditanos (19 de un total de 45) de los que aquellas proceden, expuestos por riguroso orden alfabético.

Entre las esculturas romanas de la provincia de Cádiz, además de los ya aludidos retratos de particulares -representaciones de miembros de las aristocracias locales de época augustea (n.os 4, 65, 86, 167 y 251)-, destacan las conocidas cabezas asidonenses de Germánico, Druso el Menor y Livia (n.os 92-94), esta última felizmente reintegrada ya a su correspondiente estatua, como los autores dieron a conocer en trabajos previos; la estatua imperial semidesnuda, interpretada como imagen de Trajano heroizado, que se recuperó a comienzos del siglo XX en el entorno del islote de Sancti Petri (n.º 145), vinculándose por tanto (supuestamente) al famoso santuario de Hércules Gaditanus, que desde hace escasas fechas ha vuelto a acaparar el interés científico; el imponente togado con cabeza de Trajano hallado en la basílica forense de Baelo Claudia (n.º 184); o la excepcional, para el caso de Hispania, copia del Doríforo de Policleto recientemente recuperada en la excavación de las Termas Marítimas de dicha ciudad (n.º 202). Mención aparte debe hacerse a la cabeza de Antonia la Menor procedente de Carissa Aurelia (n.º 16), que, tras ser robada en 2010 del lugar donde se exponía en Bornos, pasó a una colección privada alemana. Su propietario la cedió en depósito a la Gliptoteca de Múnich, que realizó de ella una recreación en 3D publicada en internet, gracias a la cual uno de los autores (Beltrán) pudo localizarla y dar la voz de alarma a las autoridades españolas. El proceso de devolución a España de esta pieza, en trámite aún en el momento de editarse el libro, parece haber culminado ya con éxito (vid. El País, “Antonia la Menor regresa de Múnich al pueblo de Cádiz diez años después de desaparecer”, 16 de octubre de 2020).

En definitiva, nos hallamos ante una obra muy oportuna, útil y del todo necesaria, que no solo supera con creces su objetivo principal (reunir un catálogo de elementos escultóricos de un territorio concreto), sino que también permitirá en el futuro profundizar en el estudio de determinadas piezas y, en general, de la plástica del conventus Gaditanus.